Seguirle la corriente a alguien es algo así como acompañar en algo que dice (aunque a veces no estemos muy informados al respecto). Seguir el hilo de una charla es algo así como mantenerse atentos a lo que otro está contando.
La lógica en Twitter es la misma: los hilos (o en inglés threads) son varios tweets, uno abajo del otro, seguidos, para no perder la atención de lo que se está diciendo. Vale aclarar: varios = más de dos.
Así como un hilo forma parte de una trama, los hilos twitteros se han convertido en la forma por excelencia de contar cosas. Desde recetas, recomendaciones, cuentos y novelas hasta juegos de misterio, conspiraciones y papers académicos.
En términos de clasificación los fragmentos son degenerados.
Para quienes no frecuentan la red social del pajarito decir “lo leí en un hilo” suena hasta absurdo. Esos tweets fuera de ahí parecen no tener lugar de pertenencia.
Queda claro que al darle clic al botón de “publicar tweet” estamos aceptando el pacto que nos dice que eso que está ahí pasará a formar parte de la maraña de data de la web. Que se nos ha escapado de las manos para no volver.
Pero todo cambia cuando quien escribe ya no solo escribe para sí mismo sino para ser leído por otros. Eso que queda ahí plasmado se convierte rápidamente en la obra de alguien. Ese alguien con un avatar de su cara (o no) y un nombre que puede ser el suyo (o no).
Entonces: ¿cómo contamos historias en 280 caracteres?
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Fernando y Susana son dos twitteros que hace más de dos años que deambulan por las redes (y por el mundo). Construyen sus viajes y su lifestyle ante los ojos de miles de seguidores que los leen todos los días.
De España a la China ida y vuelta. Ambos recorren la Ruta de la Seda en caminos opuestos, contando historias de (a veces) los mismos lugares.
Susana es española, Fernando es argentino. Los dos son cronistas de las redes.